Hoy bebí cicuta.
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Antes de que llegases solía encontrarme fuera de la realidad, veía pasar la vida, como si no existiera, luego llegaste tú, y empezo todo un pandero de emociones.
¡ Hoy tome cicuta, !
quería embotar mi pensamiento para no sentirte
quería matar este dolor que me corroe las entrañas.
Dejar de amarte, cerrar mis ojos a la desventura,
morir de una vez por todas.
¡Te juró que así fue, esta noche tome cicuta...!
El aroma de almendras lleno la noche,
el paladar se volvió insensible a mi elasticidad,
mis manos se volvieron torpes y a regañadientes hice abrir una botella.
La más pequeña, no era necesario que nadie más me acompañara,
la única que quería borrar de la memoria los sueños era yo,
los demás giraban a mi alrededor entonando canciones pegajosas,
rezando, alabando a Dios, llevando la paz a sus conciencias.
Y yo, yo atolondrada como siempre voy,
quería arrojarme al abismo más oscuro,
por eso me pare al borde del membrillo,
entreabri los brazos me rodeee de ellos el cuerpo
y así abanicándome los sentidos verdaderos me deje caer.
Iba casi a la mitad de la caida, cuando gritar tu nombre
y al gritarlo mis brazos se extendieron,
no quisieron tomarse más de mi,
y en desbandada como si fuera un angel, mis brazos se volvieron alas.
Y te juro que vole al infinito donde los sueños se guardan,
ahí justo ahí, encontré el viejo maletero
donde guarde siempre mis esperanzas.
No quisé buscar la llave, ni siquiera intente abrirlo,
sabía que ya no había ahí antídoto alguno,
y yo, mirando alrededor, tome de no se donde una pañoleta
la puse entre mis ojos y tus ojos y con calma, me deshice de mis alas,
quedé sin plumas, sin abrazos, sin alas, sin brazos.
Esa era la única manera de volver a vivir,
de regresar la cicúta tomada y volcarla al aire para no tomar su resto.
Hoy vivo así, en el silencio infinito de una noche diurna,
en la necesidad de tapar mis ojos a efecto de que el sol no sepa
que quise fulminarlos con sus rayos, sin pedirle su permiso para usarlos.
¡Si, hoy vivo así, encerrada y pasiva,
contemplando la vida desde el espejismo de un espejo,
él ya nada tiene que mostrarme para sonreír,
simplemente nublo su vista y desdeño mi presencia.
Y así, así para que quiere uno vivir,
por eso, para no ver más mis ojos en su reflejo,
los he cubierto con una pañoleta envuelta en sangre,
a mis brazos, a mis brazos los dejé en algún rincón que no recuerdo,
y mis labios, mis labios bebieron la cicuta del amor, sin siquiera rozarlo.
Así vivo hoy, despojada de toda la materialización que me hizo mujer,
deshecha de cada pluma que forraba mis sueños más perfectos,
deslumbrada desde el monótono tic tac de los silencios,
ausente, si, ausente por vez primera de todo, y de todos.
¡ Hoy nada existe...!
¡ Más que esa copa con olor a almendra que me bebí esta mañana!
cicuta, ese es el nuevo nombre del amor.
Cicuta, hoy bebí cicuta de amor, para olvidarlo.
Daanroo
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Daan -
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